Volver a www.vinojoya.com

43 Bromas sobre el vino 
Autor: Carlos Andrés

Cap. 5: LA INCULTURA DEL VINO

Es lugar común que de lo que se vea hay que creer la mitad y de lo que se oiga, la quinta parte. La experiencia que tenemos en el mundo del vino nos obliga a sostener que, de lo que se escribe del vino, menos de la décima parte. Solo encontramos una explicación a esto: en este país, la indocumentación ha dejado de ser torpeza, incluso está bien vista.

Para empezar, pediríamos que no nos hablaran infladamente de la Cultura del vino (hay quien pronuncia cultura con mayúscula) para referirse a las circunstancias de consumo y servicio que rodean a esta bebida, "esos pequeños detalles capaces de elevar a categoría de arte el sencillo acto de beber una copa de buen vino", leímos en cierto anuncio. La cultura -que significa cultivo- será, en todo caso, la de la vid, no la del vino. El vino no se cultiva, se elabora y se consume.

En lo que respecta al cultivo de la vid, hay que negar que la climatología tenga influencia alguna en el vino, a pesar de lo frecuentemente que se oyen afirmaciones de ese tenor. La climatología -ciencia del clima- no tiene ninguna influencia en el cultivo de la vid; es el clima, el objeto de estudio de la climatología, el que tiene una influencia determinante.

El consumo de vino tampoco está exento de controversia. Hay quien aboga por el consumo "lúdico" de vino, para referirse al consumo moderado; craso error, el consumo lúdico es el festivo -es decir, el que tiene como finalidad achisparse- o el realizado al jugar al póker, pero nunca podremos hablar de consumo "lúdico" para referirnos al del aficionado entusiasta, que, como Milton, no se suele unir a la "bárbara algarabía de Baco y su cortejo" ("Drive far off the bar'brous dissonance of Bacchus and his revellers".

Supongamos que tenemos una bodega, y que procedemos a llenarla de botellas, que es, precisamente, lo que procede. Para ello podemos guiarnos del oído -es decir, escuchar lo que nos recomiendan - o del olfato, que parece más relevante que el otro en lo relativo a los vinos. Sin embargo, guiarse por su olfato es impracticable para el aficionado, porque le saldría muy caro probar una cantidad grande de vinos. Además, las decepciones estarían aseguradas.

Por tanto, lo más usual es comprar una guía, en la que vendrán calificados y descritos una cantidad considerable de vinos. Pues bien, estas calificaciones de vinos son uno de los temas que más controversia genera la "cultura del vino", en concreto, se le dedican artículos enteros en las revistas extranjeras. El tema tiene su importancia, pues hemos visto en alguna revista -esta vez española- notas de 7,94, que indican que el vino es superior a los de 7,93, pero inferior a los de 7,95 ¡Enhorabuena por la precisión! Desde que los compadres de Sancho Panza detectaron el metal y la corambre en el vino de una cuba, nunca se había visto hilar tan fino.

Y si además de la puntuación, leemos las descripciones del vino -cosa más que recomendable- comprobaremos que tienen más miga aún que las valoraciones:

 "Sugerente vestido de color rojo"... ¿escote pronunciado?, ¿telas transparentes?, ¿marca los volúmenes?...

 "Marcado carácter punzante"... ¿realmente perfora la nariz?, ¿será un vino "de aguja"?

 "Ecos de bosques umbrío"... creíamos que la degustación tenía una fase visual, otra olfativa y finalizaba con la olfativa. A partir de ahora, tendremos que añadir la fase acústica.

Con todo, el mayor problema que se nos ha presentado como aficionados -y que aún no hemos resuelto- es abrir la botella con un sacacorchos en espiral, "línea curva desarrollada por un punto que gira en un plano alrededor de otro punto, del cual se aleja gradualmente"... La única espiral que encontramos en la llamada "cultura del vino" es la de los despropósitos.

Volver a www.vinojoya.com